DIRECCIÓN
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Los iberos creían en la inmortalidad del alma y en la existencia de un mundo tras la muerte. Practicaban la incine- ración como rito funerario y cada persona debería poseer una sepultura en la que reposara el cuerpo dentro del cementerio que se situaba cerca del poblado. En la pira donde el difunto era incinerado se depositaban generalmente sus pertenencias (ajuar). A través de las características de los ajuares funerarios podemos saber si el difunto era hombre o mujer, ya que en el primer caso encontraremos armas y en el segundo objetos de adorno y para tejer. Varios de los ajuares hallados en las tumbas del cementerio de Lorca que se muestran, permiten ilustrar el armamento de los guerreros, empleaban armas ofensivas (falcata, espada recta, lanza, jabalina, soliferrum, cuhillo y puñal) y defensivas (escudo y casco).
El caballo jugó un papel muy importante en la antigua sociedad ibérica. Fue empleado como elemento de prestigio, para ser montado por los jinetes y guerreros y aparece vinculado a la religión. En los san- tuarios es común la presencia de figuritas de caballos y la veneración al dios protector de los caballos, conocido en el mundo griego como Potnios Hippon, del que se exponen dos interesante relieves en piedra procedentes de la Hoya de la Escarihuela (Lorca).
En algunos santuarios se depositaban cabezas de personajes relevantes esculpidas en piedra como exvotos, como la que se muestra en esta sala, fechada entre los siglos II y I a.C. y hallada en las excavaciones arqueológicas llevadas a cabo en el solar donde se ubica la Casa del Paso Blanco, en la calle Carril de Caldereros (Lorca).